Äîêóìåíò âçÿò èç êýøà ïîèñêîâîé ìàøèíû. Àäðåñ îðèãèíàëüíîãî äîêóìåíòà : http://www.atnf.csiro.au/people/Angel.Lopez-Sanchez/divulgacion/Amenazas_del_Cielo.pdf
Äàòà èçìåíåíèÿ: Sun Feb 3 05:57:34 2008
Äàòà èíäåêñèðîâàíèÿ: Mon Apr 14 06:58:48 2008
Êîäèðîâêà:
Amenazas del Cielo

CapÌtulo 7, parte I, Ciencias y Pseudociencias: realidades y mitos

Amenazas del Cielo
àngel Rafael LÑpez SÀnchez La contemplaciÑn del cielo estrellado siempre provoca reflexiÑn. Todas las culturas antiguas observaban el cielo para encontrar respuestas a los quehaceres de su vida cotidiana. Esa gigantesca bÑveda que era el firmamento estaba repleta de una inmensa cantidad de pequeßas luces que salÌan por el Este y se ponÌan por el Oeste, siempre a las mismas distancias relativas unas de otras. Esto no ocurrÌa con las estrellas errantes, o planetas, que recorrÌan el cielo con movimientos caprichosos. El Sol aportaba la luz y el calor. Y la enigmÀtica Luna cambiaba de forma. ExistÌa un orden establecido. El calendario se fue desarrollando como Çtil herramienta para controlar el paso de las estaciones, y surgiÑ una astrologÌa que relacionara el mundo celestial con el terrenal. Nuestra vida diaria sigue manteniendo reminiscencias de esas creencias mÌticas asociadas a los cielos. A veces ocurrÌan fenÑmenos impredecibles que se asociaban inmediatamente a desgracias y calamidades. Durante un eclipse total de Sol, el dios lunar devoraba al supremo dios solar. Otras veces era la propia Luna la que se oscurecÌa de color rojo. Hoy dÌa sabemos predecir cuÀndo se producirÀn y cÑmo ocurren estas alineaciones entre el sistema Sol-Tierra-Luna. El Sol es 400 veces mÀs grande que nuestro satÈlite pero estÀ 400 veces mÀs lejos, por lo que ambos cuerpos tienen el mismo tamaßo aparente. El Çnico peligro al observar un eclipse solar, el mismo que observar el Sol en cualquier otro momento, es que nuestra vista puede daßarse seriamente si no tomamos precauciones. Como parte de la astrologÌa, las alineaciones planetarias tambiÈn profetizaban sucesos futuros, aunque no todas vaticinaban malos augurios. Algunos estudiosos creen que una conjunciÑn entre JÇpiter (rey de los planetas) y Saturno (que simbolizaba el tiempo y la justicia) en la constelaciÑn de Piscis (asociada a los hebreos) en el aßo ­7 a.C. habrÌa puesto en aviso a los Reyes Magos del nacimiento de JesÇs. Como los eclipses, conocemos exactamente cuÀndo se producirÀn, siendo esperadas con impaciencia por astrÑnomos aficionados. El temor hacia eclipses y conjunciones no tiene ningÇn fundamento cientÌfico y no deja de ser una supersticiÑn sin sentido. Podemos clasificar los eclipses y las conjunciones como amenazas ficticias porque no representar ningÇn peligro real sobre nosotros. PodrÌamos aßadir a este conjunto las "fechas mÀgicas" del calendario, aquÈllas con supuesto contenido esotÈrico. En la antigua Edad Media, el aßo 1000 fue temido por la cristiandad por creerse el inicio del Apocalipsis. En 2000 todos sufrimos con la histeria colectiva del "fin del milenio y la entrada en la era de acuario" que repetÌan insistentemente chamanes y brujas. Pero el calendario sÑlo indica el paso del tiempo, adaptado a los movimientos de rotaciÑn y traslaciÑn terrestres. Nuestro calendario grecorromano no se corresponde con el judÌo o el musulmÀn, y aunque pensemos que tiene como referencia el nacimiento de

C. àlvarez, L. DÌaz, J. Mª Riol, I. RodrÌguez (Eds), Equipo Sirius, 2004

àngel R. LÑpez-SÀnchez


Amenazas del Cielo

CapÌtulo 7, parte I, Ciencias y Pseudociencias: realidades y mitos

Cristo, podemos asegurar que esto no ocurriÑ en el momento cero porque no existe aßo cero (se pasa del 1 a.C. al 1 d.C.), ademÀs de los errores de fechas cometidos al confeccionarlo. Aunque parte de la AstronomÌa se ha desarrollado gracias al intento de comprender el paso del tiempo ajustÀndolo al Sol, la Luna y las estrellas e incluso grandes debates ecumÈnicos, como el establecimiento de la primera luna llena despuÈs del equinoccio de primavera (momento de la Pascua judÌa), han tenido base astronÑmica, siguen siendo sÑlo nÇmeros. ¿QuÈ hace especial el nÇmero 2000 sobre 2003? SÑlo nuestras creencias religiosas y mÌticas, a las que nosotros mismos damos la importancia que no tienen. Pero no debemos bajar la guardia. Realmente sÌ existen amenazas sobre nuestro planeta, y la vida en Èl. El Sistema Solar estÀ repleto de pequeßos cuerpos, asteroides y cometas, que suponen un peligro potencial: pueden chocar con la Tierra. Los cometas: vagabundos del espacio Desde Èpocas muy antiguas se ha registrado la apariciÑn de cometas. En muchas culturas tambiÈn fueron mensajeros de malos augurios, conociÈndose innumerables referencias histÑricas de ellos. En el Tapiz de Bayeux, que conmemora la conquista normanda de Inglaterra, se muestra al rey Harold contemplando el cometa de 1066 antes de ser derrotado. Este cometa era el Halley, del que se tiene constancia desde 468 a.C. En el siglo XIV, el pintor italiano Giotto di Bondone representÑ la estrella de BelÈn como un cometa en su afamado cuadro La AdoraciÑn de los Reyes Magos, quizÀ inspirÀndose en la apariciÑn del Halley de 1301. En el siglo XVII, el famoso astrÑnomo Hevelius recopilÑ en su obra Cometographia las formas cometarias, pero no fue hasta 1705 cuando Halley, habiendo observado el cometa en 1682, predice en su obra Astronomiae Cometicae Synopsys su retorno para 1758. A finales del siglo XVIII, Messier recopilÑ un catÀlogo de objetos nebulares para no confundirlos con nuevos cometas. En 1910, el Halley pasÑ muy cerca de la Tierra, provocando una gran alarma social porque se pensaba que la atmÑsfera se contaminarÌa por los gases tÑxicos liberados de la cola. En 1986 una flotilla de naves se adentraron en la cabellera del Halley, mostrando por primera vez el aspecto de un nÇcleo cometario. Su prÑximo regreso serÀ en 2062. Los cometas son los desechos de la formaciÑn del Sistema Solar, creados hace 4500 millones de aßos en las frÌas regiones exteriores. Han permanecido inalterados desde entonces, siendo su estudio vital para conocer la formaciÑn de nuestro sistema planetario. Son unos diminutos cuerpos irregulares de pocos kilÑmetros, formados principalmente por gases congelados, predominando el agua, el monÑxido de carbono y el cianuro de nitrÑgeno, ademÀs de una gran cantidad de polvo. Al acercarse al Sol, los hielos se subliman, y dan lugar a las espectaculares colas de gas y de polvo y la cabellera que envuelven el nÇcleo, totalmente inobservable. El primer modelo detallado de los nÇcleos cometarios fue desarrollado por W hipple en 1951, quien los describe como bolas de hielo sucio. El gas emitido en forma de

C. àlvarez, L. DÌaz, J. Mª Riol, I. RodrÌguez (Eds), Equipo Sirius, 2004

àngel R. LÑpez-SÀnchez


Amenazas del Cielo

CapÌtulo 7, parte I, Ciencias y Pseudociencias: realidades y mitos

chorros por la cara iluminada por el Sol arrastra consigo partÌculas de polvo. Este modelo describe sorprendentemente bien la estructura del nÇcleo del Halley, analizado con detalle por la sonda Giotto en 1986.

Fig.1: NÇcleo del cometa Halley observado por la sonda Giotto en 1986 Dependiendo de su perÌodo orbital, los cometas tienen orÌgenes diferentes. Los de perÌodo corto (menos de 200 aßos), como el Halley, provienen del cinturÑn de Kuiper, localizado mÀs allÀ de la Ñrbita de Neptuno, entre 30 y 50 UA1 del Sol. Contiene unos 200 millones de posibles cometas de mÀs de 1 kilÑmetro de diÀmetro, que al interaccionar entre sÌ caen al sistema solar interior. PlutÑn, su luna Caronte y TritÑn (el mayor satÈlite de Neptuno) son los objetos mÀs grandes del cinturÑn de Kuiper. Se conocen alrededor de 700 de estos cuerpos. El mayor es Quaoar con 1250 kilÑmetros de diÀmetro. Por otro lado, los cometas de perÌodo largo (mÀs de 200 aßos), como Hyakutake, provienen de la nube de Oort, una regiÑn que se extiende de medio aßo-luz a 3 aßos-luz del Sol. Contiene 6 trillones de cometas que constituyen los restos de la formaciÑn del Sistema Solar.

1

Abreviatura de Unidad AstronÑmica; 1 UA equivale a la distancia media entre el Sol y la Tierra, unos 150 millones de kilÑmetros.

C. àlvarez, L. DÌaz, J. Mª Riol, I. RodrÌguez (Eds), Equipo Sirius, 2004

àngel R. LÑpez-SÀnchez


Amenazas del Cielo

CapÌtulo 7, parte I, Ciencias y Pseudociencias: realidades y mitos

Impactos de cometas En 1994 se observÑ directamente el impacto de un cometa sobre un planeta, el gigante gaseoso JÇpiter. El cometa habÌa sido descubierto en 1993 y recibiÑ el nombre de Shoemaker-Levy 9. HabÌa sido capturado por JÇpiter como si de un nuevo satÈlite se tratase y las fuerzas de mareas del planeta lo habÌan fragmentado en una veintena de grandes trozos de 0.7 kilÑmetros de tamaßo medio. La trayectoria de este tren cometario lo dirigÌa directamente a colisionar con JÇpiter en julio de 1994. Aunque algunos astrofÌsicos creÌan que no se podrÌa observar nada (la colisiÑn sucedÌa 15º detrÀs del borde del planeta), muchos astrÑnomos prepararon sus instrumentos por si acaso. AsÌ, desde todos los observatorios se pudo recoger el momento de los impactos mayores, y la evoluciÑn de las enormes nubes oscuras que salpicaron el hemisferio austral de JÇpiter como consecuencia de los choques. Desde el espacio, la sonda Galileo en su camino hacia el planeta (llegarÌa en 1995) y el Telescopio Espacial Hubble analizaron el acontecimiento. Desde Espaßa, tanto en los observatorios de Canarias como en Calar Alto se recopilaron infinidad de imÀgenes. Incluso los astrÑnomos aficionados con pequeßos telescopios fueron capaces de distinguir las nubes oscuras. Los efectos de la colisiÑn perduraron durante meses, rompiÈndose por las fuerzas de los vientos de la atmÑsfera joviana, y formando una nueva banda oscura que desapareciÑ al aßo. Se aprendiÑ mucho de la fÌsica de los impactos, al observarse que la energÌa liberada en la colisiÑn era mucho mayor de la que se habÌa estimado. Pero, sobre todo, pudimos constatar que las colisiones en el Sistema Solar, aunque son raras, realmente ocurren.

Fig. 2: Imagen del Telescopio Espacial Hubble de los impactos de los fragmentos G2 (derecha) y Q (izquierda) del cometa Shoemaker-Levy 9 con JÇpiter en julio de 1994.

C. àlvarez, L. DÌaz, J. Mª Riol, I. RodrÌguez (Eds), Equipo Sirius, 2004

àngel R. LÑpez-SÀnchez


Amenazas del Cielo

CapÌtulo 7, parte I, Ciencias y Pseudociencias: realidades y mitos

¿Se tiene constancia de que un cometa haya golpeado a nuestro planeta? El caso mÀs revelador sucediÑ en Tunguska, en la Siberia central rusa, en 1908. Se observÑ una gran bola de fuego, con brillo similar al Sol, que explotÑ con una potencia equivalente a 1.000 bombas de Hiroshima, creando una rÀfaga de fuego de 800 km de longitud. No se encontrÑ ningÇn crÀter, sino un inmenso pantanal con todos los Àrboles arrancados en forma radial dentro de un anillo de 65 km, y tampoco se hallaron restos meteorÌticos. Se cree que fue un cuerpo cometario de 60 m de diÀmetro que estallÑ en el aire entre 5 y 8 km. de altura. Si en lugar de producirse en esta zona desierta hubiera sucedido en un lugar habitado las consecuencias habrÌan sido letales: habrÌa aniquilado la poblaciÑn de una regiÑn entera. Meteoritos No es lo mismo un meteoro que un meteorito. Un meteoro es un trazo fugaz en el cielo provocado por la entrada de granos de polvo en la atmÑsfera. Estos granos, con tamaßos de pocas milÈsimas de milÌmetro, excitan el gas circundante produciendo el fenÑmeno luminoso llamado "estrella fugaz". En muchas ocasiones provienen del polvo liberado por un cometa, originando las famosas lluvias de estrellas. Si el objeto es lo suficientemente grande como para alcanzar el suelo y es recogido se le denomina meteorito. No es extraßo el hallazgo de meteoritos. La Tierra se encuentra continuamente con pequeßos fragmentos de asteroides que entran en la atmÑsfera y llegan a impactar en el suelo. Cada aßo caen sobre nuestro planeta unos 26.000 meteoritos de masa mayor que 100 gramos, aunque sÑlo el 30% cae sobre tierra firme. Proporcionan informaciÑn vital sobre la composiciÑn de los asteroides y ayudan a entender la formaciÑn de los planetas. Se ha demostrado la procedencia extraterrestre de alrededor de 4.700 meteoritos, de los cuales la tercera parte fueron recuperados tras observar su caÌda. Los meteoritos se clasifican en tres grandes grupos: polvo interplanetario (micrometeoritos), que provienen principalmente de asteroides y cometas y del que recibimos varias toneladas al mes; meteoritos asteroidales, que se subdividen en lititos o aerolitos (formados principalmente de piedra), sideritos (de metales, predominando el hierro) , y siderolitos (mezcla de ambos tipos); y meteoritos de tipo planetario, procedentes de planetas rocosos. El mÀs famoso de ellos es ALH84001, que proviene de Marte, y en cuyo interior se encontraron restos de lo que podrÌan haber sido bacterias, aunque esto aÇn no se ha podido confirmar. Mercurio, Marte, la Luna y la mayorÌa de los satÈlites de nuestro sistema planetario poseen cantidad de crÀteres de impacto, pruebas irrefutables de que la actividad meteorÌtica ha sido constante durante la evoluciÑn del Sistema Solar y aÇn no ha cesado. En la Tierra se han identificado 150 crÀteres de impacto con tamaßos entre decenas de metros y 180 km. El mÀs espectacular es el CrÀter Meteoro en Arizona, con 1.300 m de diÀmetro, 175 m de profundidad, y sÑlo unos 25.000 aßos de antigÝedad. Los crÀteres de impacto no son tan evidentes en nuestro planeta porque la Tierra cuenta con el potente mecanismo de las placas tectÑnicas que en varios cientos de millones de aßos

C. àlvarez, L. DÌaz, J. Mª Riol, I. RodrÌguez (Eds), Equipo Sirius, 2004

àngel R. LÑpez-SÀnchez


Amenazas del Cielo

CapÌtulo 7, parte I, Ciencias y Pseudociencias: realidades y mitos

renueva completamente la superficie, acciÑn combinada con los efectos de la erosiÑn, la vegetaciÑn y los ocÈanos. Tenemos algunos indicios histÑricos de posibles choques de cuerpos con la Luna. Hasta hace poco se pensaba que el crÀter Giordano Bruno se formÑ en el siglo XII, y que el suceso fue observado por los monjes del monasterio de Canterbury. Sin embargo, estudios recientes han demostrado que aquella colisiÑn habrÌa liberado 10 millones de toneladas de materia, produciÈndose una lluvia de estrellas de 50.000 meteoros a la hora; esto no se observÑ. En la lluvia de estrellas de las Leonidas de 1999 y 2001 sÌ se registraron impactos en la zona de la Luna no iluminada por el Sol. Los modelos de formaciÑn del sistema Tierra-Luna sugieren que fue el choque de un asteroide con un tercio del tamaßo lunar lo que originÑ nuestro satÈlite cuando la Tierra aÇn no habÌa terminado de formarse. Extinciones masivas: ¿consecuencias de choques de asteroides? La extinciÑn de los dinosaurios pudo haber sido provocada por el choque de un asteroide. Los primeros indicios serios de esta idea fueron proporcionados por el equipo formado por Luis y W alter àlvarez, quienes en 1980 encontraron evidencias de iridio, un material raro en la Tierra, en los registros estratigrÀficos que separaban el cretÀcico (Çltima era geolÑgica en la que se encuentran fÑsiles de dinosaurio) del terciario. Este impacto, acaecido hace 65 millones de aßos, podrÌa estar asociado a la desapariciÑn brusca del 70% de las especies terrestres. En 1991 se descubriÑ, enterrado bajo una gruesa capa de sedimentos, un crÀter de 180 kilÑmetros de longitud en la penÌnsula del YucatÀn, que fue llamado de Chicxulub. Los estudios revelaron que fue producido hace 65 millones de aßos por un cuerpo de 10 kilÑmetros de diÀmetro, liberando la energÌa de cinco mil millones de bombas atÑmicas de Hiroshima: ha sido asociado con la gran extinciÑn masiva a finales del cretÀcico. La colisiÑn de un gran asteroide producirÌa una intensa mortalidad inmediata por la violencia del impacto, pero tambiÈn mortÌferos serÌan los efectos a largo plazo debidos a un importante cambio climÀtico global: el polvo eyectado a la atmÑsfera producirÌa un enfriamiento del planeta y se entrarÌa en un invierno nuclear. La extinciÑn de los dinosaurios ha sido la Çltima de unas 10 extinciones masivas a lo largo de la vida terrestre, como las sucedidas en la frontera entre el jurÀsico y triÀsico, entre el pÈrmico y el triÀsico (que extinguiÑ a los trilobites), o al final del cÀmbrico. El estudio de estas extinciones sugerÌa un ciclo de 25-30 millones de aßos, por lo que se especulÑ que podÌa existir una estrella enana compaßera del Sol que perturbara la nube de Oort, enviado una gran cantidad de cometas hacia el interior. Pero esta supuesta compaßera llamada NÈmesis (como la diosa griega de la venganza) nunca se ha encontrado a pesar de las muchas observaciones minuciosas en su bÇsqueda. Actualmente, se cree que las grandes perturbaciones en la nube de Oort son debidas al paso del Sistema Solar por las grandes nubes moleculares situadas en el plano de nuestra Galaxia.

C. àlvarez, L. DÌaz, J. Mª Riol, I. RodrÌguez (Eds), Equipo Sirius, 2004

àngel R. LÑpez-SÀnchez


Amenazas del Cielo

CapÌtulo 7, parte I, Ciencias y Pseudociencias: realidades y mitos

Hoy dÌa, el peligro astronÑmico mÀs real para nuestro planeta es la colisiÑn con un cometa o asteroide. Los asteroides son cuerpos diminutos e irregulares con tamaßos entre varios metros y los 1.003 km de Ceres. Se localizan fundamentalmente entre las Ñrbitas de Marte y JÇpiter. Se formaron en las zonas internas de la nebulosa protosolar, como el resto de los planetas, pero la fuerza de gravedad del futuro JÇpiter provocÑ que sus choques mutuos fueran tan violentos que no se llegaron a unir para formar un Çnico cuerpo. Hay mÀs de 13.000 asteroides catalogados con Ñrbitas definidas, pero se descubren unos 130 mÀs cada mes. Los mÀs pequeßos son los mÀs numerosos, desconociÈndose el nÇmero total de ellos que realmente existen. Hay catalogados mÀs de 2.250 asteroides potencialmente peligrosos para la Tierra que reciben el nombre de NEOs (Near Earth Objects) y cuya localizaciÑn, clasificaciÑn e identificaciÑn es de enorme importancia para el futuro. La bÇsqueda de NEOs Existen varios proyectos internacionales de bÇsqueda de NEOs. El pionero, Spacewatch, lo puso en marcha la Universidad de Arizona en 1980 y ha sido lÌder en descubrimientos. Muy importante es el proyecto LINEAR, compuesto de dos telescopios robÑticos de Çltima generaciÑn dirigidos por la Fuerza AÈrea de los Estados Unidos y NASA. Hasta marzo de 2003 ha localizado 951 NEOs y 82 cometas. El Laboratorio de PropulsiÑn a Chorro (JPL) de NASA puso en marcha en diciembre de 1995 el proyecto NEAT (Near Earth Asteroid Tracking) que usa telescopios de 1.2 metros de diÀmetro para precisar las Ñrbitas de estos cuerpos. En 1998 la NASA puso en marcha el ambicioso Spaceguard Survey con el que se pretende detectar para 2008 el 90% de todos los NEOs mayores de un kilÑmetro. TambiÈn es muy importante la contribuciÑn de los aficionados. El espaßol Rafael Ferrando fue el primer astrÑnomo aficionado espaßol en descubrir uno de estos esquivos cuerpos, que pasÑ a sÑlo 22 veces la distancia a la Luna el 15 de marzo de 2002.

Fig. 3: Imagen del NEO 2002EA descubierto por el astrÑnomo aficionado espaßol Rafael Ferrando en marzo de 2002

C. àlvarez, L. DÌaz, J. Mª Riol, I. RodrÌguez (Eds), Equipo Sirius, 2004

àngel R. LÑpez-SÀnchez


Amenazas del Cielo

CapÌtulo 7, parte I, Ciencias y Pseudociencias: realidades y mitos

La bÇsqueda de NEOs ha dado mÀs de un susto porque estudios preliminares de las Ñrbitas indicaban altas probabilidades de colisiÑn. Uno de los mÀs alarmistas fue el caso asteroide 1997 XF11: los primeros anÀlisis indicaban que impactarÌa el 28 de octubre de 2028. Nuevas observaciones demostraron que el asteroide pasarÌa lejos, aunque aÇn existe posibilidad de que colisione en 2036. El problema de la determinaciÑn de la Ñrbita de cuerpos tan diminutos es que cualquier pequeßa perturbaciÑn modifica la trayectoria. Se necesitan observaciones continuas durante meses para precisarla con exactitud; pequeßos errores se traducen en desplazamientos de millones de kilÑmetros. Muchos asteroides se pierden porque son tan pequeßos que sÑlo se localizan cuando estÀn muy cercanos, como sucediÑ con Hermes, que pasÑ a sÑlo dos veces la distancia a la Luna en 1937 y desde entonces no se sabe dÑnde estÀ. El peligro de colisiÑn con un asteroide no es inminente pero tenemos la certeza de que, en pocos miles de aßos o menos, alguno volverÀ a caer. ¿PodrÌamos hacer algo para evitarlo? PelÌculas como Meteoro (1979), o Deep Impact y la poco realista Armageddon (ambas de 1998) aportan posibles soluciones, como bombardear con misiles el asteroide o introducir en su interior una bomba nuclear. Realmente esto agravarÌa el problema porque los restos caerÌan sobre nuestro planeta provocando muchos pequeßos crÀteres con un elevado nivel de contaminaciÑn radioactiva. Los autores de literatura de ciencia ficciÑn, como Clarke (El martillo de Dios) o Asimov (NÈmesis) proponen una soluciÑn mÀs realista: proporcionar pequeßos empujes al cuerpo amenazante para desviarlo de su trayectoria, pero con el inconveniente de que debe efectuarse con aßos de antelaciÑn. Otra alternativa propuesta es taladrar el asteroide sin destruirlo para que la variaciÑn de la masa cambie la Ñrbita. Pero hoy dÌa estas soluciones se encuentran fuera de nuestro alcance.

Referencias y bibliografÌa de consulta Clarke, Arthur C. (1993), El martillo de Dios. En espaßol, Editorial Ediciones B, colecciÑn VIB Nº 17-8, 1997 Trigo, Josep M. (1996), Meteoros: fragmentos de cometas y asteroides, Editorial Sirius Sagan, Carl & Druyan, Ann (1986), El Cometa Ed. Planeta, 2ª ediciÑn InformaciÑn en Internet Programa NEO: http://neo.jpl.nasa.gov/index.html Meteoritos, Meteoritos e Impactos (en Nine Planets): http://seds.lpl.arizona.edu/nineplanets/nineplanets/meteorites.html

C. àlvarez, L. DÌaz, J. Mª Riol, I. RodrÌguez (Eds), Equipo Sirius, 2004

àngel R. LÑpez-SÀnchez